Acceder
a la felicidad es lo que queremos todos, pero no es así de fácil. Tolle,
filósofo canadiense, trató de hacer una propuesta en este sentido. En una noche
de fuego, mística, encuentra que nosotros mismos nos infringimos un sufrimiento
mental constante. El carácter compulsivo de nuestros pensamientos nos esclaviza,
es patológico. Perdemos el control de nuestra energía, nos consumimos y debemos
no pensar en nada y apagar el ruido mental. La necesidad de pensar y su
adicción es problema. Debemos de resolver y el pensamiento compulsivo nada
resuelve. Nos gusta quejarnos y traer el ruido a nosotros por miedo al vacío y
nos justificamos. Interrumpir nuestros pensamientos es importante para no ser
esclavos del pensamiento. La calma interior es meditación y ayuda a no ser
esclavos del mental. El pensamiento compulsivo es especulativo y nada resuelve.
Debemos no repetir errores, pero analizarlos tanto no ayuda para nada. Tender a
la vida simple es lo que necesitamos y saber retenernos de pensar a ratos. El
mental es una herramienta excelente para resolver problemas y de manera obsesiva
nos quema como con el mito de Prometeo dónde el fuego es saber y lo quema al
recargarse en él en exceso. El mental se trata de equilibrios. Se trata pues de
no pensar en exceso, cosa que difícilmente haremos. El pensamiento compulsivo
nos hace eternamente inquietos. Además, nos proyectamos negativamente al pasado
y al futuro y no vivimos el presente. Anticipar es bueno, pero cuando es
necesario y después, avanzar y no quedarnos atorados en tiempos imaginarios.
Debemos estar presentes y en conciencia de lo que es, en experiencia, sin estar
con la mente en otra parte. Estas ideas me parece que son precursoras de la
meditación y los ejercicios de focalización para aliviar la mente de sus
inquietudes, para aprovecharla al máximo y enfocarla en la solución de
problemas y después en la experiencia presente y en dejarnos ser en libertad,
en equilibrio, en una experiencia que logre centrarse en el servicio a todo
otro en amor desde un equilibrio dentro-fuera también. Se trata de armonizar la
experiencia de vida dentro-fuera para poder dar el brinco a la exterioridad y
entrar al tiempo del otro en asistencia y amor.
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