Grace Nehmad

miércoles, 12 de marzo de 2014

Mis ideas vuelan y se comparten, mis alas tardan en abrirse



Mis alas no quieren abrirse. El día es mágico, soleado y hermoso, pero algo en mí se arrastra. Me gusta todo lo que hago y amo mis investigaciones, pero mi madre siempre quiere otra cosa para mí. Yo ahora sí que ya no sé ni qué contestarle para dejarla tranquila. Entonces, algo en mí se apaga por un momento porque nunca cumpliré las expectativas de mi madre y tratará a más no poder de hacerme sentir avergonzada por la que soy. No lo hace con conciencia y ya no tiene ni caso explicarle nada o pedirle que deje de hacerlo. Después, recuerdo a mi maestro de poesía y me da fuerzas para abrir mis alas a pesar de todo y seguir mi camino recargada en mi fe interna. Tengo todo lo que necesito para hacer mi trabajo en esta tierra, pero a veces, la densidad de los que me rodean me afecta de más. También es extraño que la vida no me deja alejarme de mis deberes ni hacer cosas diferentes. Hice de todo antes de llegar a mis soluciones, a mi camino. Ahora, por más difícil que resulte, me quedaré en él y aprovecharé todas mis soluciones sabiendo que es hora de repetir y sanar a través de mis actividades cotidianas. Hago mi yoga y mis meditaciones con especial atención. Trato de hacer lo mismo con mis actividades del día. Avanzo. Lo malo es que estoy acostumbrada a contar grandes hazañas a los que me rodean y lo que hago no les interesa ni remotamente. Contaba muchas historias de todo lo que hacía y todos reían, ahora, no encuentro con qué entretenerlos. Es muy extraño porque es un cambio fuerte de personalidad y la vida me ha ido llevando a distanciarme de los derroteros de los demás. Me gustaría compartir intereses con los que tengo cerca o con algunos. Comparto cosas cada vez más superficiales y me tengo que armar historias para dejarlos tranquilos. Por ejemplo, si me siento mal no puedo compartirlo con nadie porque mi madre lo dramatiza y me quiere llevar arrastrada al médico que me enferma más con sus medicinas y con todo el cuadro de drama alrededor. Entonces, no sólo mi vida es solitaria por lo que hago, es también una constante evasión que me agota. Supongo que con el tiempo me iré haciendo más hábil para compartir los puntos de encuentro con los otros y estar tranquilamente en lo mío. Además, no tendré necesidad de enfermarme porque estaré en equilibrio con el centro de mi ser. Y quizá si tengo mucha suerte, como mi madre me verá bien, tratará de aceptarme. Compartiré lo que los otros quieran decirme y los llenaré de luz en silencio. Abriré mis alas para vivir la intensidad de mis soluciones y aprender a escuchar más y a interesarme en los otros desde mi nueva personalidad más interior. 

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