Mónica quería recuperar el brillo de sus años de juventud, se buscaba en signos y palabras, en pactos que hubiera hecho sin darse cuenta y nada le daba pistas de su nuevo camino. Las posibilidades deberían de abundar en el planeta y nada se perfilaba como una posibilidad real para su historia. Entonces regresaba a su interior y desnudaba su alma, se conectaba con las estrellas, con los paisajes que se dibujaban en el infinito y abría sus ventanas para dejar entrar el aire fresco a su morada. Su morada era su casa, pero también su persona. Así notaba los tonos grises que tenía cerca y no se había dado el tiempo de mirar. Su vida había corrido demasiado rápido y quería frenarla un poquito, ver más adentro, más profundo dentro y fuera para poder actuar en conciencia. No sentía haber realmente escogido su camino de vida ni tener libre albedrío. Sentía como si lo que le había pasado se había pactado mucho tiempo antes de su llegada al planeta. ¿Cuándo se sentiría realmente decidir? ¿Qué era decidir? A menudo se sentía la marioneta de una fuerza superior. Buscaba respuestas en las estrellas y en sus galaxias interiores, se cuestionaba. Después, decidía quizás quedarse con lo más práctico para resolver su vida inmediata y con grandes sueños y proyectos para su futuro cercano. Intentaría estar más presente en cuanto le aconteciera y vincularse con sus seres queridos a cada paso, quizás eso era ejercer su libre albedrío de manera simple y alegre.
Mónica buscaba vivir y ser en presencia y vinculación
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