Estoy en el café frente a mi hotel en Guanajuato en una bella tarde otoñal. El lugar es diminuto y perfecto. Mi viaje de congreso casi termina y no quiero regresar. Al mismo tiempo algo en mí necesita mi cotidiano en México. Me hace falta nadar y pintar al óleo, ver a la familia y amigos y seguir, recapitular esta experiencia. Me llevo muchos libros y ganas de emprender nuevas reflexiones. En mi mente regresan poco a poco trabajos que dejé pendientes. También regresan a mí abrazos pendientes. Quiero regresar a los míos con las historias de Guanajuato, pueblito precioso de mi corazón. Aquí me enamoré hace treinta años de un amigo de mi hermano que al final a nada llegó pero despertó mi creatividad y me inspiró para vivir una vida de artista. Sentadita en mi café una chica me vendió una tarjeta con su pintura sobre las calles de Guanajuato. Reflexioné nuestras vidas tan diferentes y ambas con ganas de expresar a través de la pintura. Existen muchas maneras de vivirse artista, son todas muy bellas, me parece. Mi manera es algo especial al conjuntar la reflexión escrita y representada. Hay mucho que pasa por las letras. También creo que hay artistas muy pensantes que quieren cambiar al mundo y otros, sólo quieren pintar porque es bonito. Al final son diferentes combinaciones todas válidas y bellas, todas humanas, como filosofar es humano y es de todos. Claro que algunos nos ayudan más en nuestros recorridos humanos y son ejemplo de acción y solución. A veces, es sabido, ciertos ejemplos se adelantan a su tiempo. Se trata de vivir mejor y ayudar a otros en sus caminos, lejos de las categorías de víctimas y victimarios incluso a través del arte y en especial, del pincel.
Soplar tu arte al mundo
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