El elogio del
crimen es un texto poco conocido de Karl Marx que
publicó en 1860 como apéndice del libro, concepción apologética de la
productividad.
En dicho texto,
el autor de alguna manera justifica al delincuente y al mal como motores de luz
y cambio en la sociedad dado el estancamiento social al cual empuja la
filosofía. Su argumento es como sigue. Nos dice Marx, si el filósofo produce ideas,
el poeta, poemas, el delincuente, delitos y también al derecho penal y a las
lecciones del maestro como formador en contra de los delitos y delincuentes.
Así, cada rama en la economía produce diferentes capacidades del espíritu humano
y de la división social del trabajo. Así también obtenemos la producción moral
y trágica de la humanidad. El delincuente rompe con el estancamiento burgués y da
un impulso a las fuerzas productivas y es compensación natural que influye en
el desarrollo de la productividad mediante equilibrios extraños.
El delito obliga a descubrir nuevos medios de
defensa y delitos nacionales y al campo mundial. El árbol del pecado es motor
del árbol del conocimiento. Los delincuentes son así los filisteos actuales que
son detonados por la sociedad burguesa que empuja al estancamiento. Me parece que
Levinas estaría muy en desacuerdo con estas ideas pues el mal no tiene
justificación posible en su obra y los responsables son responsables y punto.
Esa energía utilizada socialmente para combatir a los delincuentes es energía
creativa desperdiciada pues podría utilizarse para otros fines y necesidades
sociales. Marx quiso culpar de todo mal a la burguesía y defender a la clase oprimida
pero dichas generalizaciones no encajan en la obra de Levinas, la relación de
escucha y asistencia debe ser pura, libre de etiquetas y es uno a uno para
multiplicarse de ahí, desde un rostro que me interpela sin interferencias de
clase. Además, me parece que el mal es mal y es injustificable en ninguna de
sus facetas. Debemos pues de apegar nos al código ético de la Torá, nos diría
Levinas.
Nada se puede elogiar si lleva al mal, tampoco los bellos colores y formas de una obra de arte, ni el autor que las produce, la responsabilidad es central en toda creación humana y sus consecuencias deben ser atendidas en congruencia
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