El narcisismo y Levinas
Nos plantea una
oscura psicología. La historia mitológica griega nos habla de un joven de bella
apariencia que amaba admirarse en el reflejo del agua. Admiraba su perfección y
su mirada centrada en el reflejo del agua lo atrapa, no la separó y se ahogó, por
glorificarse y por su egoísmo.
Notamos que Narciso
está en pleno auge en occidente. Lo vemos en el uso del yo, me, mío, conmigo. Nuestra
sociedad se centra en estos términos y en general padece de soberbia y codicia que
la atrapan en un desorden mental.
El hombre
moderno busca ofrecer al mundo una imagen de un yo sea virtuoso e influyente, reflejo
de grandeza, pero su edificio esta vacío. Oculta sus fracasos y no los muestra.
Condiciona el
afecto y busca la función de rendimiento, el atractivo físico, el rendimiento
académico, habilidades deportivas. Mira los logros de sus hijos como herramientas
de grandeza y se asienta en la necesidad de ofrecer una imagen aparente, la del
padre perfecto que no es desorden para él, es rasgo cotidiano. Este hombre
moderno prioriza sus etapas personales de vida, es un narcisista, que quiere experiencias
y aprendizajes para nutrir su deseo grandeza. Las acciones, palabras y
emociones de este hombre moderno buscan confort. Tratan de ser empáticos para
dominar con características manipulativas y arrogantes. A menudo intenta acusar
a otros y los llama locos, los hace creer que están enajenados y confunde a los
que domina. En versiones extremas y más patológicas dominan diciendo que lo que
el otro cree no ocurrió, que exagera, que es reactivo, que está siempre triste
y deprimido para afirmar su control y autoridad con hostilidad y sarcasmo. Buscan
conflicto y oportunidad para hacerse victimas y no paran hasta ganar.
No debemos picar el anzuelo de narcisistas extremos, pero en realidad, es verdad que en general el hombre moderno adolece de estas características en menor o mayor grado. Levinas nos diría que el problema radica en el centro del hombre moderno en el yo que debe cambiar la dirección de sus acciones y emociones a la asistencia de todo otro. Centrarnos en lo exterior va de la mano con ese yo que llama a las apariencias y nos aleja de la humildad y de la ayuda. El narcisismo extrema es una amenaza para nuestra modernidad y estamos a un paso de que esta figura extrema nos domine, esperemos lograr revertir estos procesos.
Nuestros paraguas individuales no buscan cuidar del otro y protegerlo, buscan apariencias. Podemos hoy sumar los paraguas y proteger en amor con una nueva dirección hacia el otro y no el yo.
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