Grace Nehmad

lunes, 19 de octubre de 2020

El narcisismo y Levinas

 

El narcisismo y Levinas

 Nos plantea una oscura psicología. La historia mitológica griega nos habla de un joven de bella apariencia que amaba admirarse en el reflejo del agua. Admiraba su perfección y su mirada centrada en el reflejo del agua lo atrapa, no la separó y se ahogó, por glorificarse y por su egoísmo.

Notamos que Narciso está en pleno auge en occidente. Lo vemos en el uso del yo, me, mío, conmigo. Nuestra sociedad se centra en estos términos y en general padece de soberbia y codicia que la atrapan en un desorden mental.

El hombre moderno busca ofrecer al mundo una imagen de un yo sea virtuoso e influyente, reflejo de grandeza, pero su edificio esta vacío. Oculta sus fracasos y no los muestra.

Condiciona el afecto y busca la función de rendimiento, el atractivo físico, el rendimiento académico, habilidades deportivas. Mira los logros de sus hijos como herramientas de grandeza y se asienta en la necesidad de ofrecer una imagen aparente, la del padre perfecto que no es desorden para él, es rasgo cotidiano. Este hombre moderno prioriza sus etapas personales de vida, es un narcisista, que quiere experiencias y aprendizajes para nutrir su deseo grandeza. Las acciones, palabras y emociones de este hombre moderno buscan confort. Tratan de ser empáticos para dominar con características manipulativas y arrogantes. A menudo intenta acusar a otros y los llama locos, los hace creer que están enajenados y confunde a los que domina. En versiones extremas y más patológicas dominan diciendo que lo que el otro cree no ocurrió, que exagera, que es reactivo, que está siempre triste y deprimido para afirmar su control y autoridad con hostilidad y sarcasmo. Buscan conflicto y oportunidad para hacerse victimas y no paran hasta ganar.

No debemos picar el anzuelo de narcisistas extremos, pero en realidad, es verdad que en general el hombre moderno adolece de estas características en menor o mayor grado. Levinas nos diría que el problema radica en el centro del hombre moderno en el yo que debe cambiar la dirección de sus acciones y emociones a la asistencia de todo otro. Centrarnos en lo exterior va de la mano con ese yo que llama a las apariencias y nos aleja de la humildad y de la ayuda. El narcisismo extrema es una amenaza para nuestra modernidad y estamos a un paso de que esta figura extrema nos domine, esperemos lograr revertir estos procesos.


Nuestros paraguas individuales no buscan cuidar del otro y protegerlo, buscan apariencias. Podemos hoy sumar los paraguas y proteger en amor con una nueva dirección hacia el otro y no el yo.

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