Grace Nehmad

martes, 18 de febrero de 2014

A pesar de todo, soy humano.



Me desparramo en la tierra, nunca he sido muy buena para sostenerme. El cuerpo no me interesa. El espíritu vuela. Se escapa a las estrellas adonde pertenece. No puedo entender mi presencia en el planeta. Pero tengo un mensaje que dar y tengo que sobrevivir para darlo. El cuerpo es mi vehículo, tengo que trabajarlo. La osteopata me dice que mis músculos se desparraman. Tengo que reforzarlos, pero me doy cuenta de que es mucho más que eso, no hago nunca un esfuerzo por mantenerme erguida con ánimo, me dejo. Me abandono porque lo terrenal me parece demasiado burdo, intrascendente. Pero ya me di cuenta de la importancia del cuerpo y de estar bien despierta en él. Si por mí fuera, yo me iba a cada instante a platicar con las estrellas. No es posible y creo que tiene sus lados interesantes. Por ejemplo, sentirlo todo, el uso de los sentidos en la tierra es mágico y sumarle las emociones hace una combinación muy interesante. No por nada me alejé de mis libros por un rato y decidí meterme de lleno a investigar los bosques. Ahora estoy logrando un equilibrio entre la experimentación de mi cuerpo, de mis sensaciones y mis viajes espirituales a través de mis libros o simplemente, respirando. Hoy nada con gran fuerza y concentración. Tengo que estar completamente concentrada, en cuerpo y alma en cada una de las actividades que haga. Al dinero mismo debo valorarlo y darle su lugar. Lo mismo, siempre lo he considerado un obstáculo a mi desarrollo espiritual. Ya no más. La vida ha castigado mi falta de atención a lo terrenal básico. Por eso ahora, me conecto más con lo terrenal, el ejemplo cotidiano es mi hijo. Con él, aterrizo porque aterrizo. Hoy en particular, justo cuando trataba de repensar la posibilidad de una pareja en mi vida, mi hijo se puso agresivo como hace años no lo hacía y me recordó a la violencia de su papá. Primer tarea, corregir sus pasos. Primer tarea, olvidar por completo la posibilidad de enamorarme de nuevo. Soy capaz de todo por alejar a un hombre de mi vida y no soy yo, es mi inconsciente que me juega chueco, no es justo. Me arruina mis intentos de sentir mi feminidad de nuevo. Me quedo como en una especie de cárcel. Es contradictorio, soy un volcán en erupción, amo sentirlo todo con intensidad y al mismo tiempo, mi inconsciente me aleja de los hombres con quienes podría expandirme con fuerza. Es obvio, he vivido violencia intrafamiliar y desde ahí, no me siento segura pasando ciertos límites interiores. Pintura y poesía me rescatan de todo maleficio terrenal. En ellas y por ellas existo. Estoy esperando que me rescaten definitivamente de las necesidades del corazón y de mis deseos sexuales. Sería hermodo que me llenen de mi propio ser en amor interior. No están funcionando tan bien hasta ahora en ese sentido. A menudo me duele demasiado mi corazón solitario, mi cuerpo sin los cariños y el amor de un hombre. Estoy muy triste y enojada con esta situación. Hubiera esperado que después de cómo sufrí y nos rescaté a mi hijo y a mí de la violencia, la vida me iba a premiar en este sentido. Es mucho aspirar. Estoy en el mejor de los escenarios, libre de violencia y haciendo mi trabajo en esta tierra, mi hijo está muy bien. Desafortunadamente, a pesar de ello, la penitencia es insoportable a ratos. Y sólo puedo agradecerlo todo y trabajar en silencio. Pero no me porto tan bien porque a ratos sufro mucho y me siento intranquila. Sinceramente espero que cambie esta situación para mí ya sea con pintura y poesía que me terminen de llenar estas carencias o con una pareja que apoye mi pasión por pintura y poesía y me valore. Mientras tanto, tal parece que me voy pareciendo al resto de las mujeres que esperan a su príncipe azul. Una parte de mí se siente feliz de comprobar que soy un humano. A pesar de mis peculiaridades poco terrenales, mis similitudes con los otros me dan esperanzas de superar mis carencias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario