Ángela buscaba una vida diferente, quería garabatear en paz su existencia, signos de piedra en el camino impedían sus garabatos. Sus hermanos, muy niños, sólo peleaban y en juegos rudos pasaban sus días en la tierra y crecían pero nada evolucionaban. Juan llegó a su vida en una moto prestada. En la escuela acordaron la hora de su próxima cita. Abrazada de Juan, Ángela imaginaba nuevos garabatos, garabatear su compleja existencia incomprensible, ser testigo de sus sueños y aspiraciones que buscaban realizarse en los brazos de Juan. Simplemente recorrer la piedra mojada por la intensa lluvia de verano en su moto prestada le hacía el día. Ángela no era fatalista, mucho menos determinista, pero eso de dejarle todo al azar tampoco la convencía, quizá sólo en la moto, abrazada de Juan. Después ya desde el balcón de su casa, soñaba con aprender la paz y sus hermanos, no parecían un ejemplo posible. ¿Cómo terminar con la violencia? ¿Quizá desde la palabra? ¿Las lenguas? Ángela decidió comenzar a aprender lenguas, todo comenzó con Babel.Empezó con el italiano:
io scarabocchio
tu scarabocchi
lui scarabocchia
noi scarabocchiamo
voi scarabocchiate
loro scarabocchiano,
¡Ya está! Si todos garabateamos y lo hacemos recitando este verbo en italiano, la existencia se enderezará, toda existencia, y Ángela y Juan recorrerán todo empedrado húmero del mundo a la velocidad de la luz despidiendo el amor de su abrazo divino eternamente a la humanidad.
Ío scarabocchio
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