Reflexionemos sobre el epicureísmo de Epicuro nacido en el 341 a.c. en Samos, en Atenas. Un lugar común es reducirlo
a la filosofía del placer terrestre, de las drogas y carne y alcohol. Su maestro
dice que en la filosofía no se logra la felicidad en el exceso. La vida es
juego entre placer y dolor de seres carnales. Aspiramos al placer y a dirigirnos
al placer y nos alejamos del dolor. Beber vino o comer en exceso son placeres
del momento que después dejan su lugar al dolor en una consecuencia negativa.
Se trata entonces de moderarse y de estar en equilibrio sin romperlo, romperlo
es inmaduro y ese placer del exceso nos domina y no al revés.
Los deseos se clasifican según Epicuro y son los
que nos empujan a su satisfacción y a saciar el placer. El deseo es fuerza y
carencia. Deseamos lo que no tenemos. Hay tres tipos de deseo para Epicuro. Hay
deseos naturales que son los primeros como el hambre que es necesitar y desear
a partir de ahí, lo básico. Si no tuviéramos deseo sexual como deseo natural
nos extinguiríamos como humanidad. Ahora bien, comer con algo que nos trae
placer del gusto, pero no es necesario para nutrirnos y sobrevivir se puede
satisfacer con moderación. Consumir con moderación es posible. La tercera
categoría de deseos es en la que no son ni necesarios ni naturales. Sería el
caso de comer en platos de oro, se trata de deseos que nos distorsionan por
completo, en degeneración. El humano aquí prueba y no logra dominar al deseo que
se torna patológico. Este tipo de deseos nos empujan a la adicción como en el alcoholismo
y se van aumentando las dosis que ya no satisfacen. Es economía de deseos. El
utilitarismo provoca muchos de estos deseos sin límites y el filtro se pierde.
Son comportamientos perversos. El capitalismo valida estos excesos y el hombre
se vuelve víctima de sus deseos y se pierde la sabiduría de la moderación. Nos
alejamos así de la verdadera felicidad. Ciertos gobernantes nos empujan a
acceder a este tipo de excesos. Tenemos que ser capaces de autolimitarnos y
apelar a la sabiduría para desear lo que no es vano y lleva al consumismo y a
carencias insaciables. La satisfacción exterior quiere sustituir a lo interior
en nuestras sociedades consumistas y utilitaristas.
El sentido mismo del límite ha sido
descalificado socialmente y se busca transgredir los límites y eso es la jungla
misma. Reconocer una ley se da cuando ya no logramos autogobernarnos y somos
dominados por deseos insaciables. En la carta a Meneceo conocida como la carta
de la felicidad, nuestro autor expone estos temas de la felicidad y sabiduría,
de la ética y metafísica y de la muerte. de Epicuro propone que podemos
regresar al control de nosotros mismos en términos de la salud que haría
posible un autogobierno desde la ley interior y no aquella que debe aplicarse
desde afuera de manera impositiva cuando ya hemos sobrepasado todos los límites.
Un Levinas nos diría que como humanos siempre necesitamos la ley y la justicia
en la mirada de un tercero, pero defiende esta misma idea del autocontrol y de
aprender a dominar el deseo y postergarlo.
Pienso
que estas ideas son muy importantes actualmente, el ponerlas en práctica para
permitirnos evolucionar y acceder a formas de vida sanas como humanidad frente
al consumismo y las diversas patologías que enfrentamos donde el mismo
coronavirus puede ser consecuencia de prácticas inconscientes y sin límites ni
responsabilidad social.
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