En la última fase levinasiana, la alteridad es hacia lo divino. Lo infinito entendido desde las meditaciones de Descartes se abre a través del rostro del otro. El tiempo comienza en Levinas hacia el futuro y se regresa al pasado, un poco siguiendo el paso de la ontología a la ética del otro, para terminar en un énfasis en el presente y la acción para servir al otro en su tiempo que es el instante dos. En el instante uno el ser se mira y reconoce en un mundo sensible, en el pienso y luego existo de Descartes para después dar su tiempo al rostro del otro y a través de él servir a Dios. Entrar en su infinito en el tiempo sin tiempo que es atisbo de la redención.
En Diacronía y representación se abre la dimensión ética, la justicia, la responsabilidad y el otro que llevan a lo sagrado y no a la historia de Hegel. La historia, el pasado para Levinas es un punto de partida para comprenderse en el mundo sensible del instante uno y llegar al instante dos del otro, el verdadero fin. Es moverse hacia la conciencia y ayuda y ser para el otro en responsabilidad reconociendo nuestras deudas con el otro en todo momento y después de la violencia vivida en este planeta y el límite excedido del pensamiento centrado en el ego, el llamado es hacia el otro nos dice Cohen en su prólogo del tiempo y el otro de Levinas. Es como nos dice el tiempo del otro en esta pandemia, de dar y de la conciencia para regresar a la humildad y deshacernos de los espejismos superficiales que nos mantienen presos del sinsentido existencial anclado en el materialismo.
Me abro a la flor del otro y sano las heridas de sus pétalos
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