Grace Nehmad

domingo, 17 de enero de 2021

Profundizando en Levinas

 

En Levinas se nos abre una filosofía de la religión desde el judaísmo

En ella surgen cosas, en la poética y metáfora del Génesis desde el judaísmo y de ahí emerge lo significativo. Aparece la personalidad que no puede capturarse, es demostración, es invisible no representable es alteridad. El encuentro cara a cara me ayuda a imaginar una apertura que no abre el plano simple terrenal. Te humanizas al ver la mano del otro, su rostro es alteridad que no puede objetivarse.

Se trata de estirar los límites del lenguaje y escapar de las malas interpretaciones. La concepción subyacente es estar cerca de Dios que es otro en el rostro del otro. Respondemos a la vulnerabilidad del otro y a su falta de cobijo. No se busca demostrar la existencia de Dios, eso es de cada uno y se trata de un Dios que no es esencia objetiva. El Dios de Levinas es el de los profetas y se vincula conmigo a través del otro. La noción de Dios no es probarlo, es conocerlo a través de seres concretos y se marca en la relación entre los mismos. Ese encuentro con el otro está permeado por el rostro que Levinas jala a los límites del lenguaje.

En Levinas el rostro no es físico en su existencia ni se trata de caracterizarlo. Es más bien el mandamiento de amar y sale a mi encuentro a través del vínculo con todo otro. Me dejo interpelar por el otro. Levinas rechaza la teología tradicional. En Totalidad e infinito dice que busca: “El amanecer de una humanidad sin mitos”.

En Dios que viene a la idea, nos dice que podemos experimentar un encuentro con Dios y no conocerlo en sí. Su intuición Levinas la deriva de la ética de la biblia.

El encuentro con Dios es lo que busca en sus escritos talmúdicos. El remoto Dios escondido, es huella de algo que trastoca el presente. Para Levinas el rostro es huella, en la huella de lo ido se encuentra el rostro, en lo que ya se fue por completo. Es huella de la huella. Por eso se desvanece ya en un presente que deja de ser cuando intentamos atraparlo.

            La huella infinita es huella de una partida. Huella para Levinas es más allá del ser. El otro en tanto que persona lo respeto y cobijo. Respondo ante sus demandas y exigencias. Es la ética lo heterónomo, estamos en relación con el otro y para Kant es lo contrario, pues es ética autónoma, pero entendida desde otro lugar. Para Kant lo heterónomo es actuar por miedo a las represalias, en virtud de recompensas y no por mi propia razón. En Levinas es lo contrario, el otro es en su rostro un llamado ético como invitación a comprometerme con él y no dejarlo solo en el mundo. Se trata así de hacernos responsables de no abandonarlo. Para Heidegger es quedarme en soledad y comprender los límites de mi finitud. Para Levinas es nuestra interrelación y responsabilidad ontológica donde estoy invocado a involucrarme en la vida de los demás ante sus dolores.

            En el concepto de caricias en Levinas encontramos una fenomenología de lo erótico y del cuerpo que va más allá de la intencionalidad Husserliana. Lo acariciado no es lo aterciopelado, pues la carica no es así, no sabe lo que busca, es juego sin proyecto ni plan con algo inaccesible por venir sin lo contenido. Levinas critica ser y tiempo en Heidegger, critica lo a la mano y la presencia. Está en contra del paradigma de la presencia, derivado y secundario. Heidegger no hace justicia a los elementos pues no se puede atrapar para Levinas.

Eros entonces no es fusión, es alteridad y enigma. El otro se muestra y se retrae, es estar y no estar, ausencia

Lo femenino es retraerse ante la luz, es exterioridad radical, no se puede conocer y dominar, nos dice Levinas, El dasein de Heidegger no come ni bebe ni respira, es intangible. No hay vínculo, no hay caricia como enigma, es paradigma de lo útil y a la mano. La cura del propio desein está en el misterio. El encuentro amoroso no es fusión, es misterio sagrado e inaccesible, es lo femenino, se escapa. Es ocultamiento, misterio. Algunas feministas lo critican como Simone de Beauvoir en Segundo sexo. Le critica poner lo femenino desde ojos masculinos exclusivamente que resulta algo dominante. Es misterio para el hombre, desde un privilegio masculino. Estas caracterizaciones de lo femenino no fueron siempre bien recibidas, pero es referencia para otras feministas que rescatan su ética para no cosificar al otro, su ética del cuidado. Esta ética del cuidado no rescata lo igual, es atender a la diferencia y salirme de la lógica de control y dominación, del que todo responda a mis designios.

Entre nosotros es un ensayo de Levinas y pregunta el autor, ¿es fundamental la ontología? El hombre es el único ser que no es conocimiento, al encontrarlo, no es tematizar y hablar de esencias. El encuentro es saludo, no es mi horizonte para dominarlo, es expresión y le hablo y no domino ni trato de categorizar, es sociabilidad, es irreductible. Se trata de una relación no ontológica que no es de representación, es invocación. En la religión hay una esencia en la plegaria, pero aquél a quien llamo es al que nombro en el encuentro.

El encuentro es no poseerlo y estoy en mi libertad, no es el ser en general y el mismo no lo poseo. Su negación es lo que me escapa y quiero matarlo y soy derrotado en mi poder. Quiero matar, pero capto al otro desde la apertura al mundo en general. Lo percibo en el horizonte y cara a cara es no poder matarlo que ésta es también la situación del discurso. La ética es la filosofía primera y el otro no se puede cosificar en mis categorías. Su apertura y altura del otro trascendente llaman a un pensar diferente y nos invitan a reconsiderar a un Dios más humano, más allá de la esencia. A este Dios lo conocemos desde el amor, desde la alteridad. Levinas le da un giro diferente a la fenomenología que en su riqueza que se abre a más horizontes y más campos.

Recorrer la sorpresa de los senderos del otro en apertura

 

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