En Levinas se nos abre
una filosofía de la religión desde el judaísmo
En ella surgen
cosas, en la poética y metáfora del Génesis desde el judaísmo y de ahí emerge
lo significativo. Aparece la personalidad que no puede capturarse, es
demostración, es invisible no representable es alteridad. El encuentro cara a
cara me ayuda a imaginar una apertura que no abre el plano simple terrenal. Te
humanizas al ver la mano del otro, su rostro es alteridad que no puede objetivarse.
Se trata de estirar
los límites del lenguaje y escapar de las malas interpretaciones. La concepción
subyacente es estar cerca de Dios que es otro en el rostro del otro.
Respondemos a la vulnerabilidad del otro y a su falta de cobijo. No se busca
demostrar la existencia de Dios, eso es de cada uno y se trata de un Dios que
no es esencia objetiva. El Dios de Levinas es el de los profetas y se vincula
conmigo a través del otro. La noción de Dios no es probarlo, es conocerlo a
través de seres concretos y se marca en la relación entre los mismos. Ese
encuentro con el otro está permeado por el rostro que Levinas jala a los límites
del lenguaje.
En Levinas el rostro no es físico en su existencia ni se trata de caracterizarlo.
Es más bien el mandamiento de amar y sale a mi encuentro a través del vínculo
con todo otro. Me dejo interpelar por el otro. Levinas rechaza la teología
tradicional. En Totalidad e infinito dice que busca: “El amanecer de una
humanidad sin mitos”.
En Dios que viene
a la idea, nos dice que podemos experimentar un encuentro con Dios y no
conocerlo en sí. Su intuición Levinas la deriva de la ética de la biblia.
El encuentro con
Dios es lo que busca en sus escritos talmúdicos. El remoto Dios escondido, es
huella de algo que trastoca el presente. Para Levinas el rostro es huella, en
la huella de lo ido se encuentra el rostro, en lo que ya se fue por completo. Es
huella de la huella. Por eso se desvanece ya en un presente que deja de ser
cuando intentamos atraparlo.
La huella infinita es huella de una
partida. Huella para Levinas es más allá del ser. El otro en tanto que persona
lo respeto y cobijo. Respondo ante sus demandas y exigencias. Es la ética lo
heterónomo, estamos en relación con el otro y para Kant es lo contrario, pues
es ética autónoma, pero entendida desde otro lugar. Para Kant lo heterónomo es
actuar por miedo a las represalias, en virtud de recompensas y no por mi propia
razón. En Levinas es lo contrario, el otro es en su rostro un llamado ético
como invitación a comprometerme con él y no dejarlo solo en el mundo. Se trata
así de hacernos responsables de no abandonarlo. Para Heidegger es quedarme en
soledad y comprender los límites de mi finitud. Para Levinas es nuestra
interrelación y responsabilidad ontológica donde estoy invocado a involucrarme
en la vida de los demás ante sus dolores.
En el concepto de caricias en
Levinas encontramos una fenomenología de lo erótico y del cuerpo que va más
allá de la intencionalidad Husserliana. Lo acariciado no es lo aterciopelado, pues
la carica no es así, no sabe lo que busca, es juego sin proyecto ni plan con
algo inaccesible por venir sin lo contenido. Levinas critica ser y tiempo en Heidegger,
critica lo a la mano y la presencia. Está en contra del paradigma de la
presencia, derivado y secundario. Heidegger no hace justicia a los elementos
pues no se puede atrapar para Levinas.
Eros entonces no es
fusión, es alteridad y enigma. El otro se muestra y se retrae, es estar y no
estar, ausencia
Lo femenino es
retraerse ante la luz, es exterioridad radical, no se puede conocer y dominar,
nos dice Levinas, El dasein de Heidegger no come ni bebe ni respira, es
intangible. No hay vínculo, no hay caricia como enigma, es paradigma de lo útil
y a la mano. La cura del propio desein está en el misterio. El encuentro
amoroso no es fusión, es misterio sagrado e inaccesible, es lo femenino, se
escapa. Es ocultamiento, misterio. Algunas feministas lo critican como Simone
de Beauvoir en Segundo sexo. Le critica poner lo femenino desde ojos
masculinos exclusivamente que resulta algo dominante. Es misterio para el
hombre, desde un privilegio masculino. Estas caracterizaciones de lo femenino
no fueron siempre bien recibidas, pero es referencia para otras feministas que rescatan
su ética para no cosificar al otro, su ética del cuidado. Esta ética del
cuidado no rescata lo igual, es atender a la diferencia y salirme de la lógica
de control y dominación, del que todo responda a mis designios.
Entre nosotros es un ensayo de
Levinas y pregunta el autor, ¿es fundamental la ontología? El hombre es el único
ser que no es conocimiento, al encontrarlo, no es tematizar y hablar de esencias.
El encuentro es saludo, no es mi horizonte para dominarlo, es expresión y le
hablo y no domino ni trato de categorizar, es sociabilidad, es irreductible. Se
trata de una relación no ontológica que no es de representación, es invocación.
En la religión hay una esencia en la plegaria, pero aquél a quien llamo es al
que nombro en el encuentro.
El encuentro es no
poseerlo y estoy en mi libertad, no es el ser en general y el mismo no lo poseo.
Su negación es lo que me escapa y quiero matarlo y soy derrotado en mi poder.
Quiero matar, pero capto al otro desde la apertura al mundo en general. Lo percibo
en el horizonte y cara a cara es no poder matarlo que ésta es también la
situación del discurso. La ética es la filosofía primera y el otro no se puede
cosificar en mis categorías. Su apertura y altura del otro trascendente llaman
a un pensar diferente y nos invitan a reconsiderar a un Dios más humano, más
allá de la esencia. A este Dios lo conocemos desde el amor, desde la alteridad.
Levinas le da un giro diferente a la fenomenología que en su riqueza que se
abre a más horizontes y más campos.
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