El dolor
existe desde el niño que llora y queremos conocer el dolor y la experiencia del
dolor y su disipación. También queremos saber del dolor moral y de la depresión.
Las fronteras son fluidas en la experiencia del yo y del mundo, en el estatus
del grito. El lenguaje es la expresión del dolor y el dolor mismo.
Para Levinas
es el llamado al otro para atender a su dolor y salirse del propio dolor. Se
evalúan diversos aspectos. El sensorial, evaluar la cantidad y el tipo de dolor.
Es grande lo que permanece indefinido. El sentimiento global respecto al propio
dolor entra en el juego y también la reciprocidad.
El
dolor llama al médico, al psicólogo y al psiquiatra y cuando se habla de
sufrimiento, en especial al filósofo.
Entramos
en un estado emocional, en lo sensorial y en la angustia, ethos puros del dolor.
La experiencia del dolor es subjetiva y pasa y después es subjetiva ya ni
recordamos nada. Hay un signo escondido, una actitud cambiante y una frivolidad.
Todo
dolor interviene y es rastro, es llamar, experiencia natural.
En el
pasaje a la exterioridad, el cuerpo es mediador entre el yo y el mundo, es
espacial y el sentir no es pasivo. Pero es verdad también como dice Levinas que
el dolor aísla y encierra. El dolor es también esconderse del mundo
¿El grito
es interior o no? Se trata del cuerpo mediador como dicen y es verdad que puede
haber pasividad y también un egoísmo depresivo, a la vez es una construcción
del lenguaje concreta y un llamado para atender al otro.
En Levinas
el ensimismamiento es lo pasivo del dolor y cuando no lleva al acto. No se asume
el dolor moral y se intenciona un cambio en la afectación a otros. Las
fronteras son débiles entre un funcionar y un desplomarse en el ensimismamiento
y no ver por otros. Se saca fuera a la intencionalidad y el hábito pasivo
domina. Levinas va más allá de la vida y conecta con las pruebas divinas.
Nuestra vulnerabilidad y angustia humanas entran en juego y Levinas enmarca el
dolor en el tiempo. Dentro de la pasividad entra el mal causado por otro y la
capacidad real de reaccionar al respecto.
Parece pues que Levinas y Wittgenstein tienen
aproximaciones muy distintas del dolor, pero me parece que aspectos en
Wittgenstein aportan a su aproximación en los términos levinasianos que se
centran en el otro y su proridad. El lenguaje nos ayuda a comunicar el dolor y
a asistir a todo otro y es importante pulirlo y comprender como lo construimos
para comunicarnos mejor y saber escuchar mejor. Se confunden las fronteras del
egoísmo del dolor privado y la posibilidad real de salir de él, los prejuicios
exteriores y por otro lado, el volver a los términos levinasianos de
apreciarnos como sin carencias para salir de nosotros y ayudar a otros.
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