Grace Nehmad

miércoles, 30 de diciembre de 2020

Un retiro espiritual

 Fui a Acapulco unos días con mi hermano y mi cuñada después de un año de confinamiento, pero necesité otro tipo de desapego. Decidí viajar a Cuernavaca otros días más, esta vez sola, para desconectarme de lo cotidiano y dar un brinco espiritual, sanar dentro y fuera. Es verdad que no es necesario viajar y se viaja meditando, sin embargo, algo se nos pega de las formas cotidianas que ya es conocido y tendemos a repetir sin cuestionarlo. Somos así porque nos aferramos a lo que se repite, tal es nuestro miedo al vacío, a la muerte. Me dice mi maestro de canto, ahora debes practicar de pie, bien cimentada y sin aferrarte a la partitura. Se siente un vacío impresionante, es como que la voz se expande y te quedas desnuda, sin cuerpo, ya ni te reconoces en tu propia voz. Ni he conseguido practicar de nuevo, ni cantar como lo hago en México. Es verdad que me estoy acomodando aún, pero estoy segura de que tengo miedo por lo que sentí y me está costando trabajo soltarme, repetir la experiencia. En general quiero avanzar dentro y me está costando trabajo, me aferro a lo más ridículo, a mi manera de rezar o meditar. Siento que tenemos ciertas mañas que nos distraen. La mente se dispersa con  facilidad y pierde su objetivo inicial. Quiero revisar mis prácticas cotidianas y cuestionarlas, matizarlas. Incluso en mi manera de hablar, en mi discurso. Tengo el estribillo "no" pegado y es muy malo porque digo algo e inmediatamente lo niego con ese "no". Además, es estar buscando aprobación constante. Estoy cansada de todas esas pequeñas mañas que parecen intrascendentes y al final nos van mermando como polillas. En la filosofía y el otro que vengo trabajando, está este cuestionamiento profundo. Si queremos ayudar a todo otro tenemos que pulirnos. Es importante revisar la intencionalidad. También separarse de los moldes sociales que nos han sido exigidos desde fuera. Quise ser muchas cosas y no me fueron dadas. ¿Qué hacer con eso? Mi madre me empuja siempre hacia lo terrenal y concreto, pero soy muy espiritual y en varios aspectos no puedo resolver las cosas como ella porque no me resulta. Mis padres son grandes ejemplos para mí y al mismo tiempo, ninguno de ellos me puede ayudar. Mi escalera al cielo debo subirla sola. Mi padre es muy espiritual pero no percibe ni siente lo que yo siento, lo lee en algún libro y se sorprende, yo lo vivo y debe enfrentarlo. Él lee sobre la carroza celestial, a mí viene a buscarme. Soy privilegiada pues mis padres me ayudan mucho y tengo muchos guías y sé cada vez más protegerme y utilizar mis herramientas de trabajo, de vida. Tal parece que ahora la vida me reta más y debo responder. Por eso estoy aquí en Cuernavaca, puliéndome para ser asistiendo a todo otro y sirviendo al. Creador en todo  momento de la mejor manera posible.

Trabajo interior desde la raíz

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