Grace Nehmad

miércoles, 16 de diciembre de 2020

La soledad y el otro

 

La soledad y el otro

La primera pregunta para comprendernos es nuestro origen y necesidad de huir de la muerte en las bestias salvajes que nos atacaban, hasta irnos urbanizando. En nuestra modernidad actual vivimos adormecidos con la tecnología y tratamos de manera desesperada de buscar relaciones que distraigan nuestra soledad, también un empleo que nos asegure ese adormecimiento.

El paradigma social tiene mal visto el ocuparte de ti. Debemos en cambio relacionarnos desde el echarte un clavado dentro primero para después abrirte a otro. Se trata de poder decir, he conquistado mi soledad. Paso por el dolor y no me asusto, lo conquisto también y soy dueño de mí. La sociedad te asusta con el tema de la soledad cuando tenemos todos los medios para utilizarla a nuestro favor y aprender a limitar la tecnología. Es priorizarte dentro.

Estar solo o sentirte solo es diferente. La ilusión de compañías no debe ser parche. En realidad estamos solos en el mundo, pero no debemos sentirnos solos. Debemos ser capaces de indagar diferencias. La soledad más común es la de Herman Hesse que dice sentirse solo estando acompañado. Otra soledad es la reactiva que ama a la humanidad ‘pero no aguanta compartir nada y se pregunta quiénes son éstos de la multitud. Para Camus la soledad es el infierno por no saber estar solos y estarlo, es una soledad impuesta desde fuera.

        En cambio, cuando es elegida, es la compañera más sociable. Pero para llegar a este punto se deben superar varias etapas que comienzan con la ruptura del parto. Tenemos que superar el trauma del parto y de cada una de nuestras etapas de vida. Madurar relaciones y quedarse con algunas para descubrirse en el autoconocimiento y en intercambio. Desde este lugar maduro nuestras relaciones con el otro prometan pues no son desde la necesidad. Es caminar juntos en maduración. Utilizar la tecnología con medida y compartir desde el gusto de dar y no desde el miedo a la soledad, es muy diferente. Estamos sobrerrelacionados por falta de madurez. Seres maduros con relaciones sanas es lo que nos sienta mejor como humanos, en equilibrio. Entonces el otro es central y la familia y la comunidad y la humanidad, pero sin el estigma y desde la voluntad real de dar y compartir. Demos construirnos constantemente dentro y fuera.


Desde qué lugar logro relacionarme con todo otro, soy feliz solo y acompañado


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