Somos cuerpo y alma, seres de difícil equilibrio. Me parece que la historia nos ha enseñado que no podemos dejar ni a la razón ni al corazón de lado. Muchos vivieron en celibato pero nadie en soledad total. Nos necesitamos unos a otros y la modernidad parece empujarnos hacia la soledad. Pero depende si le llamamos soledad o independencia, relaciones sanas o encuentros enfermos y destructivos. Viajamos de un extremo al otro, de las familias grandes a las pequeñas que vuelven a sumarse en múltiples nupcias. De la convivencia a la distancia en pandemia, del encuentro cercano al desencuentro, del mundo virtual a la materialización. De la mortalidad infantil s la longevidad, de la vida sedentaria sl ejercicio y movimiento constantes. Nuestras opciones de desarrollo se abren y más población está mejor pero la inquietud nos domina en la conciencia de nuestra vulnerabilidad. Las soluciones fluctúan y cada uno escoge, pero aún muchos no escogen gran cosa. Avances y lagunas se cruzan en este mundo imperfecto que cada vez más cerca de la perfección, se siente más infeliz y no comprende la razón. Veo soluciones importantes posibles en la mayor sensibilización en control y conciencia y hacia el otro como centro como misión de vida.
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