Y Moshé cantó las enseñanzas de la Torá y contempló la tierra prometida que no podría pisar por haber golpeado a la piedra en lugar de hablarle. El enojo estuvo en él y es nuestro enemigo constante. No podemos cantar y servir a Dios, amarlo ni crecer en su servicio a través del rostro del otro desde el enojo. Entonar la sinfonía de la Torá nos eleva y prolonga la vida, el enojo es lo contrario. Podemos escoger aumentar en amor a Dios en todo nuestro hacer en el mundo, ser canto y alegría y controlar el enojo en meditación, llenarnos de luz al despertar, diferenciar entre la noche y el día para servir, cantar y alegrar en conciencia y responsabilidad, en control que aleje todo enojo desde la razón y el entendimiento.
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