En un mundo globalizado ya no sólo Israel es país de migrantes, se trata de una proyección internacional de migración intensa que nos obliga a reflexionar el tema del extranjero, de la alteridad, de todo otro. “Porque extranjero fuiste en la tierra de Egipto” nos dice el Tanaj, hoy debemos cuidar especialmente de todo extranjero y no abusar de él. Nos recuerda Levinas, después del Holocausto debemos de abandonar el egoísmo Heidegeriano de la revelación del Ser en el aislamiento que lleva a la violencia y a la incapacidad de convivir en sociedad y enfocarnos en la responsabilidad de ayudar a todo otro. Nos dice Levinas, como en los hermanos Karamazov (novela de Dostoyevsky), “todos somos responsables y yo más que otros.”
Así, nuestra misión en el mundo es atender a ese otro, a ese rostro que nos interpela. Se trata de la viuda, el anciano y el huérfano, del extranjero. No se trata de buscar simetría y amor para beneficio personal en toda relación, aquí se trata de ser elegido para asistir a todo otro como misión divina de vida.
Descentrarnos de nuestro egoísmo nos permite tender puentes de ayuda y en el medio, una teoría moderna de la vecindad habla de la reserva( Simeule, France culture, le voisinage) de una distancia sana de respeto que permite la convivencia constructiva y evita la violencia. Una fina línea se teje entre el vecino que coopera y ayuda y aquel que delata y violenta como en el nazismo. Derrida también nos habla de la deconstrucción. Él vivió el racismo en Argelia y busca llegar a la raíz del lenguaje como Lacan quien sostiene que desde ese lugar simbólico se logra la comunicación sana entre humanos y evitar las plagas del capitalismo y de la globalización.
En el rostro de todo otro no veo ni el color de los ojos, veo el alma y así ese rostro que me interpela se torna bello por sus cualidades espirituales que lo enaltecen como es el caso de la Sara bíblica cuyo rostro resplandecía de virtud y gracia divina.
En su discurso de 2018, nos dice Rivlin, presidente de Israel, estamos viviendo otro Israel que el recién creado en 1948 y hoy se trata de reconstruir el Estado desde aquello que nos une y no desde nuestras diferencias que se multiplican. Unir en amor nos hace crecer y nos empuja desde la ayuda antes que el egoísmo, desde el amor y la elevación espiritual con límites claros de reserva en toda vecindad para lograr la cooperación y no llegar a la violencia y a la destrucción. En esta muestra en el marco del congreso internacional de filosofía, he querido explorar en pintura y poesía estos conceptos relativos al extranjero que es mi espejo y me atrae y repele a la vez porque le reclamo sus diferencias y similitudes y me inspiro en ellas a la vez. La idea es que todo espectador tenga la oportunidad de cuestionarse estos aspectos al verse internamente reflejado en la obra para dialogar consigo mismo y elevar su nivel de conciencia en particular, en sus relaciones con todo otro.
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