Decir me da igual es ya transmitir que no te da
igual. Las reacciones y su declaración sin variaciones no se diría y es para afirmarlo
hacia afuera dado que algo provoca en la persona que recibe esa información.
Quizá no debemos ser indiferentes, pero es verdad que no podemos absorber todo.
Hay una energía y tiempos contrariados dentro de cada input. Al decir me da
igual, sin embargo, es lastimar o transmitir que la indiferencia no es tan profunda
como parece pues si lo fuera no hay necesidad de afirmarlo.
Lo bello en Kant es satisfacción desinteresada
que no debe necesitar anunciarlo.
¿Quién habla y quién escucha?, el artista lleva
su real consigo y ¿qué importa la indiferencia exterior?, pero hasta cierto
punto pues estamos unidos y nos retroalimentamos y al final somos incapaces de
mantenernos indiferentes a nada. Como artistas buscamos paralizar o no, sacudir
quizás y cuándo impactas afuera y quieres dar hacia afuera es un momento de
transformación especial. Para vivirlo sólo, dentro también hay momentos.
Asistir a conciertos y exposiciones, a cine y cultura que influye fuera es recibir
información alquímica. El momento es mágico, ¿qué es compartir e improvisar
cuando quieres y lo demuestras como artista y espectador? Creo que la respuesta
tiene diferentes facetas. El artista transporta su real y lo comparte en todo
momento, en una realidad alterada. El arte nos dice lo que lo demás no puede
transmitir. Los artistas necesitan transmitir en espíritu y sentido que sacudan.
La experimentación se presta para compartir lo místico, su poesía y sus
dimensiones espirituales. Son discursos que se mezclan para provocar fuertes alteraciones
en los espectadores. El arte es parte medular de la vida humana y la empuja a
niveles alterados de la conciencia para cuestionar su cotidiano, sus objetivos y
dirección.
Por lo tanto no podemos ser indiferentes a
nada, tenemos libre albedrío y cierta elección en cuanto a lo que escogemos exponernos
y un Levinas nos diría que estamos aquí para exponernos y comprometernos, para
responsabilizarnos no para decir me da igual y
mucho menos para experimentar una indiferencia profunda como el
personaje de El extranjero de Camus. El arte entonces nos ayuda a sacudirnos
y eleva, pero claro está que para Levinas es también de cuidado cuando sus alteraciones
nos llevan a la evasión y en ese caso deben evitarse. Parece claro el sendero,
salir de la indiferencia y compartir en sensibilidad, sin lastimar ni anunciar
lo que no debe dominarnos y debemos luchar contra.
Hablar y escuchar para actuar y resolver, para dar y asistir en amor