Grace Nehmad

jueves, 10 de junio de 2021

Representación y diacronía en Levinas para acceder al rostro del otro

 

Levinas propone la noción de temporalidad diacrónica o diacronía, como alternativa a la sujeción a la conciencia propia de la intencionalidad husserliana nos dice Dolores Conesa en la revista filosófica de France et l´étranger 2010 tomo 135. Una noción de tiempo, la de Levinas, que tiene su origen en la lectura y reinterpretación del tiempo husserliano. Levinas presenta el tiempo como no intencional. Al contrario que la intencionalidad husserliana, que por medio de la representación conduce a lo otro hasta la presencia, el tiempo a través de su diacronía establece una relación que no compromete la alteridad del otro. El tiempo para Levinas es aquella dimensión de la realidad que escapa a la conciencia ya que es irreductible a la intencionalidad y, por ello, la dimensión en la que es posible una inversión de la intencionalidad: en la radicalidad de su dimensión temporal el sujeto depone su poder y se adentra en el tiempo dos del otro. Todas estas características del tiempo están contenidas en lo que Levinas denomina la diacronía del tiempo. En el intento de abrirse a la trascendencia, Levinas sustituye la intencionalidad por la temporalidad diacrónica: sólo ésta permite una verdadera relación con la trascendencia sin reducirla a inmanencia.
Para mostrar qué significa la diacronía, Levinas contrapone la noción de temporalidad diacrónica y la noción de temporalidad inmanente a la conciencia. Según Levinas, el tiempo de la conciencia está en íntima relación con el saber. El tiempo pensado a partir de la presencia y del saber es el tiempo concebido como flujo o discurrir temporal que sigue siendo intencional, es decir, no sale de la inmanencia. Ello se debe a que el tiempo así concebido sólo contiene diferencias cualitativas y espaciales que no son irreductibles a la sincronización que soporta toda definición o determinación de la esencia o sustancia de algo. El tiempo entendido como flujo temporal no es capaz de albergar una diferencia irreductible En el tiempo entendido como flujo reina la homogeneidad. La diversidad de lo diverso, hecha de diferencias cualitativas y espaciales, es apta para entrar en la unidad de un género o de una forma. Detrás de la presencia se encuentra la diacronía, el devenir de las experiencias, el antes y el después, el pasado y el futuro. Estas diacronías son decaimientos temporales de la presencia, pero pueden recuperarla porque estas diacronías son susceptibles de representación. Es decir, la presencia de la representación anula la temporalidad porque anula la diacronía del tiempo. Para Levinas, la conciencia no es nada sin la impresión. En el tiempo dos del otro, Levinas propone un tiempo totalmente desligado de la conciencia, en exterioridad, en tiempo diacrónico, es el tiempo infinito que se despliega en el rostro del otro. Ya no es tiempo sincrónico y debre incluir la representación de pasado y futuro libres de intencionalidad.

Sólo de esta manera conseguimos realmente adentrarnos en el otro, en lo diferente y ser para con ayuda de la representación. Levinas comienza así en Husserl y da un gran brinco que deja atrás la intencionalidad. En el horizonte perceptivo del yo se desarrolla un primer tiempo sensible e intencional y con ayuda de la representación se brinca al tiempo dos para ayudar al otro a alcanzar su yo ideal.


En la diacronía entro en el tiempo del otro y me entrego a su servicio

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