Levinas propone la
noción de temporalidad diacrónica o diacronía, como alternativa a la sujeción a
la conciencia propia de la intencionalidad husserliana nos dice Dolores Conesa en la revista filosófica de France et l´étranger 2010 tomo 135. Una noción de tiempo,
la de Levinas, que tiene su origen en la lectura y reinterpretación del tiempo
husserliano. Levinas presenta el tiempo como no intencional. Al contrario que
la intencionalidad husserliana, que por medio de la representación conduce a lo
otro hasta la presencia, el tiempo a través de su diacronía establece una
relación que no compromete la alteridad del otro. El tiempo para Levinas es
aquella dimensión de la realidad que escapa a la conciencia ya que es
irreductible a la intencionalidad y, por ello, la dimensión en la que es
posible una inversión de la intencionalidad: en la radicalidad de su dimensión
temporal el sujeto depone su poder y se adentra en el tiempo dos del otro. Todas
estas características del tiempo están contenidas en lo que Levinas denomina la
diacronía del tiempo. En el intento de abrirse a la trascendencia, Levinas
sustituye la intencionalidad por la temporalidad diacrónica: sólo ésta permite
una verdadera relación con la trascendencia sin reducirla a inmanencia.
Para mostrar qué significa la diacronía, Levinas contrapone la noción de
temporalidad diacrónica y la noción de temporalidad inmanente a la conciencia.
Según Levinas, el tiempo de la conciencia está en íntima relación con el saber.
El tiempo pensado a partir de la presencia y del saber es el tiempo concebido
como flujo o discurrir temporal que sigue siendo intencional, es decir, no sale
de la inmanencia. Ello se debe a que el tiempo así concebido sólo contiene
diferencias cualitativas y espaciales que no son irreductibles a la
sincronización que soporta toda definición o determinación de la esencia o
sustancia de algo. El tiempo entendido como flujo temporal no es capaz de
albergar una diferencia irreductible En el tiempo entendido como flujo reina la
homogeneidad. La diversidad de lo diverso, hecha de diferencias cualitativas y
espaciales, es apta para entrar en la unidad de un género o de una forma.
Detrás de la presencia se encuentra la diacronía, el devenir de las
experiencias, el antes y el después, el pasado y el futuro. Estas diacronías
son decaimientos temporales de la presencia, pero pueden recuperarla porque
estas diacronías son susceptibles de representación. Es decir, la presencia de
la representación anula la temporalidad porque anula la diacronía del tiempo.
Para Levinas, la conciencia no es nada sin la impresión. En el tiempo dos del
otro, Levinas propone un tiempo totalmente desligado de la conciencia, en
exterioridad, en tiempo diacrónico, es el tiempo infinito que se despliega en
el rostro del otro. Ya no es tiempo sincrónico y debre incluir la representación
de pasado y futuro libres de intencionalidad.
Sólo de esta manera
conseguimos realmente adentrarnos en el otro, en lo diferente y ser para con
ayuda de la representación. Levinas comienza así en Husserl y da un gran brinco
que deja atrás la intencionalidad. En el horizonte perceptivo del yo se
desarrolla un primer tiempo sensible e intencional y con ayuda de la representación
se brinca al tiempo dos para ayudar al otro a alcanzar su yo ideal.
En la diacronía entro en el tiempo del otro y me entrego a su servicio
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