Perasha Shemini:
Resumen de la Parashá de jabad
Levítico 9:1-11:47
En el octavo día luego de los “siete días de inauguración” Aarón y sus hijos comienzan a oficiar como Kohaním (sacerdotes); un fuego Divino aparece para consumir las ofrendas del Altar y la Presencia Divina viene a morar en el Santuario.
Los dos hijos mayores de Aarón, Nadav y Avihú ofrecen “un fuego extraño frente a Di-s, que Él no les mandó” y mueren en el Santuario. Aarón permanece en silencio frente a la tragedia. Moshe y Aarón están en desacuerdo al respecto de un punto específico de una ley de las ofrendas, pero Moshe da la razón a Aarón.
Di-s entrega las leyes de cashrut – comida apta para ser consumida, identificando las especies de animales que pueden ser consumidas y aquellas que no. Los animales terrestres están permitidos sólo si tienen las pezuñas partidas y son rumiantes; los peces deben tener escamas y aletas; una lista de aves no casher es dada, y una lista de insectos casher (cuatro tipos de langostas).
También son dadas algunas leyes de pureza ritual, incluyendo el poder de purificación de la mikve (una pileta de agua con características especiales) y de los manantiales. Con lo cual el pueblo judío es mandado a “diferenciar entre los impuro y lo puro.”
Nos dice Sacks:
Debería haber sido el gran día de la celebración. El Tabernáculo, la primera casa colectiva de adoración de Israel, estaba completo. Se habían hecho todos los preparativos. Durante siete días, Moisés había realizado la inauguración. Ahora, el octavo día, el primero de Nissan, había llegado. Los sacerdotes, dirigidos por Aaron, estaban listos para comenzar su servicio. Pero los hijos de Aarón presentan un fuego extraño en el santuario y son castigados, quemados, al instante
Sin embargo, al igual que Moisés, el pueblo judío encontró la fuerza para continuar, para reafirmar la esperanza ante la desesperación, la vida en presencia de la muerte. Apenas tres años después de encontrarse cara a cara con el Ángel de la Muerte, el pueblo judío, al establecer el Estado de Israel, hizo la afirmación más poderosa en dos mil años que vive Am Yisrael Chai, el pueblo judío.
Moisés y Aarón eran como los dos hemisferios del cerebro judío: la emoción humana por un lado, la fe en Dios, el pacto y el futuro por el otro. Sin el segundo, habríamos perdido la esperanza. Sin el primero, habríamos perdido nuestra humanidad. No es fácil mantener ese equilibrio, esa tensión. Sin embargo, es esencial. La fe no nos hace invulnerables a la tragedia, pero nos da la fuerza para llorar y luego, a pesar de todo, seguir adelante.
Además del complemento que habla Sacks para guiar al pueblo, es precioso y ejemplar notar la claridad y el apoyo entre hermanos a diferencia de los celos y envidias no manejados que hemos revisado en lo que va del año. Aquí, cada uno sus funciones y solidaridad en todo. ¡Qué maravilla! Es inspirador tratar de ser así en todas nuestras relaciones.
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