La huella (Levinas humanismo del otro hombre)
El rostro se
escapa a cada instante y nos visita para ayudarnos a crecer a través de atender
a su llamado. Viene del infinito, del otro mundo, dice Levinas, pero será como
un mundo paralelo abierto en conciencia y que sabe todo lo que nosotros hemos
olvidado. Ese rostro que hoy aparece es ya huella de quien fue y es ya otro. En
el otro que es, me sacude, me saca de mi rutina conocida para empujarme al
saber al que me he cerrado porque lo he olvidado.
Ese saber que olvidé por miedo quizás
quiere recordármelo todo a través del rostro del otro que me abre un puente
hacia él. Mi llave de acceso es ese rostro que me interpela y sin embargo, lo
olvido una y otra vez. Me pierdo en las demandas interminables materiales de la
existencia. Sus cadenas me atrapan. En especial, el orgullo, la soberbia y la
codicia. (Perasha tazria y metzora) En especial, la falta de control y
conciencia que llevan a hablar sin filtro y normalmente a hablar mal de todo
otro como un pájaro desenfrenado (no es raro que en esta porción bíblica se
sacrifiquen pájaros como expiación de este mal). No se trata de eso. Se trata
de dirigir y redirigir en cuerpo y alma nuestras acciones para tener la
capacidad de detenernos y retirarnos de un mundo que avanza hacia su propia
destrucción a una velocidad vertiginosa.
Es necesario escuchar y detenernos, no
valorarnos en términos monetarios, en términos finitos, nuestra alma no tiene
precio. Aprendamos a vernos en el espejo de nuestra verdad que es el espejo que
nos abre el rostro del otro. Nos quejamos de que el otro nos encasilla, pero
somos nosotros los que buscamos someterlo con nuestra mirada, dominarlo. ¿cómo
podemos liberar a todo otro de nuestras propias anclas?
La desconfianza
y el miedo vienen del no querer entregarnos al otro, a nuestra verdad, a
nuestro crecimiento y libertad que promete liberar a otros. Al mismo tiempo,
ahuyentamos a todo otro cuando no somos conscientes de sus necesidades, de lo
que nos quiere decir e invadimos su espacio vital descaradamente, sin ninguna
regla ni respeto.
La Torá nos marca reglas de convivencia y
es importante prestarles atención. Somos desenfrenados, no tomamos en cuenta
las historias de los demás, sus inquietudes y necesidades. Nuestro yo es enorme
y desplaza los colores del otro, centro de mi existencia. Olvidamos una y otra
vez que nuestra vida en el planeta fue creada para darse a todo otro y se trata
de él, no de nosotros.
En cambio, nos
preocupamos de más sobre el qué dirá de mí y que pensará de mí, desde el juicio
que hará de mí. Es una distorsión, no vinimos a ser una imagen de lo que el
otro quiere de nosotros, vinimos a asistirlo sin importar nuestro yo que más
bien emanará a través de pulir nuestras cualidades al servicio del otro.
Estos tres
personajes son uno en sus facetas, pero como imagen y robotización y no como
las partes del alma que vinieron a manifestar y sin embargo, algo de su alma se
manifiesta a pesar de todo y es quizá lo que más nos cautiva de esta obra.
Vemos a una serie de yo´s tratando de escapar de la imagen que nos hacemos de
ellos como si estuvieran presos, acartonados, y a pesar de todo, queriendo
salir del encierro y decir su verdad.
La verdadera luz puede brillar, nos dice
Levinas. Entonces se afirma la verdadera universalidad que servirá al universo
y se llama mesianismo. Y continúa, concepción peligrosa porque cada uno podría
querer su verdad sin compromisos. El peligro está en la politización de la
verdad y de la moral. Un midrash cuenta que el primer hombre del universo era
tan grande como el universo. El universalismo judío es el del hombre vestido de
la altura que separa al cielo de la tierra. Quiere decir antes que nada, que
Israel no mide su moral a la política y que su universalidad es el mesianismo o
justicia social misma (Levinas, difícil
libertad p148).
Concluye
Levinas esta idea diciendo que antes el judío estaba fuera de la historia
universal y después de la emancipación ya no, el sionismo es la apuesta de
particularizar lo universal y desde las fronteras de Israel propagar los
valores humanos universales (Levinas, dif lib p 149).
Entiendo
entonces que la era mesiánica vendrá en ese Uno al cual todos queremos
pertenecer y embonar dentro. Pero para ello creo que debemos hacer un gran
trabajo espiritual, dar un gran brinco. Así, me peleo con mis imágenes en la
tierra, con mis palabras. Esta semana que la perasha habla de la lepra y de que
se adquiere por hablar mal del otro establezco los paralelos, también con la
pandemia actual del coronavirus, ¿cómo cuidar nuestras palabras y la imagen de
nosotros que reflejamos al exterior? ¿cómo el otro es el único que puede
devolverme el impacto de mi imagen y de ahí mi responsabilidad de devolverle
una imagen de sí mismo que lo eleve?
Un
hombre enorme, ese podemos ser al elevarnos. Y luego, las distorsiones, las distancias
que nos alejan del corazón del Uno. Entonces, me río sin control como el joker,
mezcla de nervios y de no aceptación porque no quise ser el acto que
materialicé sin conciencia y no ayudé a nadie y quiero ser perdonada, que
tengan compasión de mí, pero yo en realidad, no me perdono y no suelto la
necesidad de esconderme, de justificarme y la distorsión de este mundo se
exacerba y el desfase entre el tiempo interior y el exterior, entre lo que
quise decir y lo que fue, entre la palabra y la imagen, aumenta.
Kurt Schwitters Merz Picture 32 A. The Cherry
Picture (Merzbild 32 A. Das Kirschbild) 1921
Merz
viene de Kommerz en alemán que quiere decir comercio. A través de este collage
de un medio abstracto, penetramos el depositario de la memoria y la materia
(Moma 1994).
Como
piezas de un rompecabezas podemos materializar a ese gran hombre a través de
todo otro si sus palabras buscan curarnos y no enfermarnos (Sacks, perasha
metzora).