Grace Nehmad

miércoles, 29 de abril de 2020

La pandemia me empuja a reflexionar y hacer cambios


Mi día parece similar a todos, pero estoy algo desanimada por la situación de pandemia que estamos viviendo y porque la gente está desanimada y nos llegan muchas noticias que generan más incertidumbre. Todo está cerrado y vacío allá afuera y ya no salgo para nada. Antes aún iba a comprar un par de cosas y ahora ya todo lo ordeno a casa. Me preocupa el pensar en cómo resistiremos en el mundo y en cómo lograremos reorganizar el trabajo y los recursos.

Mucha gente trabaja a marchas forzadas y otros sufren de no tener nada por hacer. Yo estoy en el medio. Mis actividades siempre han sido autoimpuestas con gran disciplina, pero siempre han habido fechas alrededor, procesos en marcha hacia un fin. Una exposición, una titulación, trabajos y entregas. Ahora todo eso está un poco parado y, además, es trabajo que ya tengo terminado. Por ejemplo, el de mi próxima exposición. Tengo cosas importantes que trabajar que me tensan mucho y ni siquiera sé si se cumplirán.  

      Me vienen mucha presión y trabajo en el día y después, extraños vacíos. Mi mano debe rehabilitarse y me cuesta un gran esfuerzo hacer sus ejercicios. Medito con gran fuerza y doy mis nuevas clases en youtube algo impersonales y que presionan tanto que opto por no hablar de ellas y dejarlas fluir. Ver mi imagen en la pantalla es muy extraño, también decir y estar nerviosa de no olvidar nada o de decir de más pues son temas delicados muchos y no vale la pena enredarse en varios de ellos. Me castigo mucho después de grabar y no vuelvo a grabar porque nunca terminaría de hacerlo, soy muy perfeccionista. Eso me está costando trabajo y el no tener a mis alumnos cerca, extrañas formas de comunicación que estamos usando. Pero llegas y te llegan, supongo que es el objetivo.

Años de trabajo en mis libros y se abre la posibilidad de compartirlos en amazon. Es una pelea intensa. Tenerlos listos y estar al pendiente para que lleguen a la gente y yo misma pueda adquirir algunos impresos y tenerlos disponibles para hacer regalos. Es un sueño muy fuerte y me emociona mucho, después me entristece porque está en proceso y no sé si se logrará y si se logra, ¿realmente cuánta gente va a adquirir mis libros?, ¿habrá interés? ¿en realidad los quiero sólo para mi gente? Los gastos suben y mis actividades no me generan ningún dinero, eso es deprimente. Después, me entrego a ellas con alegría, a mis seres queridos, a darles y a apoyar sus caminos, a motivarlos y llenarlos de luz. Olvido todas mis imperfecciones, todos mis errores y lo que me estaré saliendo de ciertas normas.

Me aferro a mi fe y me entrego a Dios y le digo: “lo hago todo para Ti, cada grabación y cada esfuerzo, pon tus palabras en mi boca para que sepamos qué hacer en estas circunstancias apremiantes”. Que Él me acerque pues a todo corazón y lo ayude a encontrar soluciones, las que necesita para empujarse y enfrentar estos tiempos tan pesados.

      Estamos subiendo la cuesta, en el día 17 de Omer y no está siendo nada fácil. Aún nos falta mucho y yo trato de meditar en nuestra liberación espiritual. Recuerdo un sueño mágico que tuve hace unos años por estas fechas cuando realizaba un trabajo de la maestría en estudios judaicos y ni sabía que su estudio me llevaría a estudiar profundamente Torá y a practicarla. Soñé que bailaba cargando la Torá, cosa que las mujeres no pueden hacer. Tenía mayas blancas como los ortodoxos y zapatos puntiagudos dorados como de duende o de bufón con campanitas y mi felicidad era absoluta.

     


 

      Después de este sueño, me costó mucho trabajo regresar a la tierra. No sentía los pies en la tierra, seguía arriba, volando. Me costó trabajo hablar, estaba aún absorta en otra dimensión. Ni sospechaba lo que me pasaría en unos años más. Me volví religiosa y ahora la Torá es el centro de mi existencia.

      Entonces, debo llevarla a la gente y cuidarla y bailar con ella. Los zapatos y campanitas siguen llamando mi atención. Es como esta parte de grabarme, de ver mi imagen y desempolvarla, de reírme de mi y de todos mis miedos y superarlos. De dar un mensaje firme y transmitir seguridad siendo que a menudo en mi familia mis risas degeneraron en una devaluación de mi ser y su extremo me tornó en un joker en varias escenas que ya no estuvieron nada chistosas.

      Ahora debo capitalizar todo mi recorrido y avanzar hacia una imagen sana y segura de mi ser, sin risas nerviosas desenfrenadas, en la fe y en la calma de saber que estoy en el camino y ayudando a todos a llegar.

     


      Jacques Callot

Des comiques italiens, 1622 de la serie de grabados Bali de Sfessania.

      Se trata de saber reírse de sí mismo y a la vez, no devaluarse y saber que porto un mensaje de luz real que debe tomarse seriamente, con alegría, pero con credibilidad. ¿Qué puedo decir? Yo misma no me lo creo. Una niña de su colonia. Crecí como la cuarta hija, casi sola, en mis fórmulas, canciones y estudios, pero a mi manera, en mi familia y a la vez, siempre fuera de ella por mis diferencias. Y entonces, me amaban y los amaba haciéndolos reír con todo tipo de representaciones espontáneas. Ahora, esto es serio y al mismo tiempo, está lleno de drama y color, de la historia de nuestro pueblo que no ha sido fácil y se ha complementado con grandes fiestas, chistes, leyendas y comilones. Nos reímos de nuestras carencias y avanzamos. Supongo que soy un claro reflejo de mi pueblo, pero crecí con muchas diferencias que viví sola y solamente ahora comprendo que a todos nos pasa lo mismo, y más como pueblo.

      Estuve leyendo a Levinas en shabat y leía y releía sus explicaciones sobre la huella. Son bastante complejas, pero lo que más me gustó es saber que vivimos en la huella de Dios, ¡qué imagen! Me pienso tratando de rescatar su paso por la tierra y guardarlo en mi corazón. Vivo para absorber ese paso y compartirlo. Su huella trae significado a nuestra existencia y en la huella de todo otro también nos recreamos. El Rostro que cambia a cada instante y se nos escapa, nos va dejando su huella al pasar y es en ella que podemos dar sentido a la propia existencia con los deberes que nos deja (Levinas, 1974).

      Así, un amigo esta semana me confrontó sobre el tema de mi risa de mí misma y me impresioné, de no mencionarlo, no hubiera reflexionado al respecto y es algo que debo trabajar profundamente. Sin el otro no somos capaces de ver demasiadas cosas y es Dios a través del otro quien no las revela para trabajarlas a nivel alma.

      Lo curioso es que fue en una llamada telefónica que me dijo todo esto, mientras lavaba verduras para darle de comer a sus conejos.



Grabado Durero 

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