Ahora me encuentro en un punto vacío pues justo terminé mi libro para el congreso y logré hacer mi proyecto para el doctorado. Pero no quiero dejar de escribir diario como parte de una rutina de trabajo como hago con todos los aspectos que desarrollo y quiero continuar haciéndolos en paz y con una rutina y disciplina de trabajo.
Al mismo tiempo creo que es importante hacer una reflexión antes de continuar mi proyecto de investigación y ver lo que ha pasado en mi camino, primero como investigadora, después en general en mi vida.
Empecé como demógrafa. Mi amor por las matemáticas me llevó ahí y entonces surgió mi amor por la investigación y por ayudar así. Investigué sobre la autonomía femenina en demografía y antes sobre política israelí y estratificación social. Todo ha sido una lucha, después tuve que salirme de esos caminos de investigación por mi matrimonio y me fui a la pintura y poesía. Pasé unos años hermosos exponiendo en lugares muy especiales como el Banco de México y nació mi hijo, ¡me hice madre! Sin embargo, mis actividades no me generaban ingresos estables y comencé a dar clases de pintura para niños, me enamoré de mis niños, mis ingresos nunca fueron suficientes y quizás en una parte importante por esa razón mi matrimonio tronó. Tratar de unir mis partes como madre y mujer, como ama de casa con mis inquietudes profesionales no resultó en ese camino. Con mi divorcio, quise regresar a la investigación, según yo para conseguir un ingreso estable aunque aún hoy vivo de mi pensión.
Como mis padres
me invitaban la maestría en Estudios judaicos y conocí a su director en casa de
la prima de mi madre y me sentí muy atraída a sus clases y a la poesía en
hebreo, me animé sin chistar. Una oportunidad única se abría a mí, trabajar en
investigación, pero desde mi identidad y quizá lograr unir así todas mis
partes, mis mundos, el comunitario judío y mi historia en escuelas y
universidades de tinte académico universal.
Ingresé así a la
maestría en estudios judaicos con Danny Fainstein, su director. Fue maravillosa
y me dio las bases que no tuve de formación académica en mi judaísmo. Mi
judaísmo era tradicionalista, de unión familiar y con corte laico. En una clase
de la maestría me encontré con mi maestro el Doctor y sacerdote, Francisco Sanchez Hernández y sacerdote, experto en Levinas. Ya
mi primo me había hablado maravillas de Levinas y me fue fácil clavarme en él.
¡Hice investigación! Algo totalmente raro para una mujer de mi medio y en una
universidad de estudios judaicos, fue más extraño aún.
Terminé la
maestría y mi ingreso sigue nulo… Entonces, recurrí de nuevo a mis adorados
niños, lo que hacen muchas mujeres para poder desarrollarse profesionalmente en
mi medio y quizás también en el mundo. La educación en el medio de mi vida,
torbellinos, formarme y no terminar en eso, pero conocí a mucha gente hermosa y
me ayudaron mucho.
Debía abandonar la filosofía para continuar como educadora y mi
desarrollo académico y profesional y lo probé. Me entregué a esa parte de mí,
pero anulaba a las demás. Las torturas han sido intensas y los gustos y
aprendizajes también. Tan poco valorada… tan entregada a mi familia ¿La vida en
la tierra es así o se supera y después creces y te elevas y logras la curación?
Al menos de los aspectos más torturantes me encantaría curarme… Me gustaría
estar en otra parte más centrada. ¿Podré sacudir las heridas del pasado y
avanzar? ¡No puedo complacer a todo el mundo y debo avanzar con fe! Seguiré mi
recorrido, ahora, de regreso, luchando por estar en la academia, más bien aún tratando
de regresar, pues no es nada fácil. ¿Qué puedo decir? Soy mujer, provengo de un
medio muy cerrado que se dice abierto y vanguardista y no he dejado de luchar y
de tratar de impulsar a otros a la conciencia y al cambio social en donde me
ponen.
Agradezco cada parte de
mi proceso en esta tierra y avanzo. Al menos, ya soy más consciente de mi
realidad y de que lo que me pasa es absolutamente normal. Se trata de la
historia de la mujer y de sus intentos por lograr lugares dignos de desarrollo,
de existencia. Se trata de la mujer, madre y esposa o pareja que también tiene
derecho a tener un ingreso propio y no sólo un cuarto propio como Virginia
Wolf. Se trata también de la mujer judía que tiene derecho a estudiar Torá y
hebreo y transmitirlos también de manera escrita y académica y no sólo a través
de cuentos para niños. Y por ahí va mi historia que continúa su camino buscando
liberarse física y espiritualmente. Este año ya nos liberamos físicamente como
pueblo y estamos en camino a recibir la Torá y festejarlo en shabúot para
conseguir así la liberación espiritual soñada.
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