Grace Nehmad

miércoles, 29 de abril de 2020

Levinas y el rostro social incluyente


Levinas

En Levinas es avanzar en el rostro social incluyente desde la estética y profundizar, sensibilizarnos para mejorar todas nuestras relaciones humanas, aproximarnos, tengo camino andado, pero es tejer más fino y buscar los nexos y empujarme desde ahí.

Que me acepten y me den la beca, que borre de mi existencia las viejas problemáticas y violencias que he sufrido y me han torturado y avance más libre y segura, más tranquila. ¿Por qué he sido tan insegura? Tuve muchos padres y todos me criticaron mucho pues fui muy diferente siempre. Me cuidaron y criaron, pero así, en dualidad, con lo bueno y lo malo.

Crecer es aceptar que no siempre podemos complacer a todos y que en el camino se van sumando manos y debemos aceptar que no siempre podemos.

¿Qué hago ahora para mantenerme activa? ¿Creo que tendré que empezar mi siguiente investigación?… ¿un receso de una semana?

Es que en estos tiempos difíciles de pandemia es mejor estar activa ¡Mañana me sigo!

Comenzaré pues con el rostro,

El rostro levinaseano

      El rostro es un centro importante de la obra de Levinas pues se trata de aproximar a todo otro a través de su rostro. Me acerco a su alma, no a su parte física. Sin embargo, muchas veces invadimos al otro con la mirada y somos agresivos cuando deberíamos aproximarlo desde el corazón. En francés la palabra dévisager(viene de visage que significa rostro pero con una alteración) se utiliza para decir que se observa a alguien con insistencia. Este verbo quiere decir poner los ojos en el otro como una cosa que observamos sin encontrarnos realmente con ella. En ese caso, el extranjero a menudo se siente observado de esta manera negativa.

      De manera totalmente opuesta, Levinas asocia la desnudez del rostro y su fragilidad con nuestra responsabilidad para con él cuando lo encontramos (Poché, 2015, p.30). Pero para Levinas, el otro no es ni la descripción física de su rostro, ni sus orígenes, ni sus ropas, ni su cultura, es un alma. Su rostro es la cara exterior de su alma. La manifestación del otro es toda una significación y no es la imagen que me hago de él, se me revela siempre radicalmente otro. Su rostro es huella del infinito. El sujeto al encontrarse con el rostro, se encuentra con su singularidad, su unicidad, su dignidad y ello rompe con toda preconcepción sobre él.

      La significación del rostro más allá de lo que vemos no es su contexto. Se trata de un rostro que me llama y me obliga a reaccionar, a despertar de mi letargo para activar mi razón existencial de responderle. Tratar de encasillarlo es un acto violento. Por el contrario, el rostro nos saca de nuestro egoísmo que se transforma en inquietud por atenderlo. Se trata de oponerse a la apropiación del otro como cosa al permitirle la expresión de su libertad. El rostro así llama al sujeto para escogerlo y el sujeto manifiesta su disponibilidad y dice: “aquí estoy” (Poché, 2015). Vemos aquí manifestarse dos tipos de libertades en este encuentro. Del lado del sujeto, el rostro le permite ejercer su libre albedrío desde el encadenamiento a él y su responsabilidad de asistirlo. El sujeto elige desde la no elección, desde haber sido elegido por el rostro. En cambio, el rostro es libre de expresar su ser, de manifestar el infinito en su mirada.

      Derrida nos señala la importancia de la hospitalidad que está presente de manera central en Totalidad e Infinito de Levinas. Se trata de lo que el rostro comparte con la hospitalidad, de la preocupación por el otro que se despierta a través de su rostro. En esta línea de pensamiento, encasillar al otro es manifestar poder y querer dominarlo, atraparlo, quitarle su libertad de ser él mismo (Derrida, Adieu á Emmanel Levinas, Galilée, 1997 p.49).

Con estas ideas del rostro en mente quisiera reflexionar acerca de la pandemia que vivimos actualmente. La pandemia nos obliga a guardar distancia de todo otro, a no tocarlo, a mirar su rostro a través de una pantalla y vernos orillados a no saber sus detalles que se pierden en la pantalla, detalles que Levinas diría que nos llevan a encasillarlo a través de su físico.

      En estos tiempos, vemos su silueta y en cambio escuchamos más claramente su voz, eco del alma. Podemos finalmente aproximarlo desde su desnudez. Y me pregunto, ¿será que hemos tocado sin conciencia?, ¿será que hemos violado los contornos del espacio del otro sin ningún cuidado hacia la epifanía de su rostro?

      ¿La distancia obligatoria para evitar el contagio del coronavirus no es más bien restricción ganada por el mal uso que hemos dado a los espacios de todo otro y ese infringirlos constantemente sin pedir permiso, sin mirarle siquiera, en una violación absoluta de su ser?

      Pues claro que el otro ya esta harto de las invasiones y su inconsciente nos manda un bicho terrible para exigirnos de una buena vez: “¡no te acerques así, me invades! Es hora de que reflexiones y estás castigado porque no respetas nada. Así, en confinamiento, aprenderás la lección”.

      Nos centramos en la escucha como pueblo. Shemá Israel, “Escucha Israel: tu Dios es Uno” (Deuteronomio 6:4). La palabra Shemá, escucha, aparece 92 veces en la Torá y es la palabra primera del versículo más importante o popular de la nación judía. El llamado del pueblo judío es hacia la escucha. Escucha es entiende, comprende, presta atención. Sería pues, no comprender desde la razón únicamente, también desde el corazón. En especial, prestar atención a cuanto se nos dice, a los mensajes hablados y no hablados del otro (quizás antes de que use el coronavirus para ahuyentarnos como el ejemplo que aquí vimos).

      Tratar de entender al otro no es callarlo y explicarle sus dudas con fórmulas escritas en libros, es oír para salvar vidas y salvar vidas es salvar las inquietudes y necesidades del alma de todo otro. A menudo este tipo de atención y cuidado al otro puede rescatarlo y darle un sentido de vida por sentirse acogido en el calor de un abrazo espiritual que va mucho más allá de la dimensión física de la tierra.

      Quisiera aquí sensibilizarnos con estas ideas a través del arte en una creación moderna que nos abra a estructuras cósmicas. En Construcción espacial número 12 de Aleksander Rodchenko apreciamos la perfección del entrelazamiento de formas simples que nos abren infinitos. Ello me lleva a pensar en la posibilidad que tenemos como humanos de entrelazarnos de manera simple, desde la aceptación de nuestra esencia y el respeto que nos proyecte y abra infinitos.


Aleksandr Rodchenko Spatial Construction no. 12 c. 1920



Así mismo, la reflexión del rostro y nuestra tendencia a querer atraparlo y dominarlo me lleva a repensar mi aproximación a todo otro desde un lugar más humilde, en hospitalidad, desde su voz en el eco del alma y esta imagen me inspira estas reflexiones, las abre, me ayuda en mi sensibilización.










Sophie Taeuber-Arp

Cabeza 1920

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