El lenguaje enmarca
mis posibilidades existenciales.
En él me describo y fijo
los límites de mis pasos.
Pero en realidad, sus letras
son el espejo del infinito,
las alas de mi destino.
Sólo se trata de saberlas
combinar en la receta
que mi alma necesita.
A menudo pierdo esa receta
y me canso de buscarla.
Otras veces, se me revelan
sólo algunos de sus ingredientes.
Quizá la receta definitiva quedará
grabada en un mensaje oculto
en mi epitafio
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