Algo siempre nos quiere
empujar fuera de nuestro centro.
En ese lugar nos devaluamos,
no somos nosotros mismos.
Nos traga la necesidad
de complacer, las ganas
de que todos sonrían
y no nos rechacen.
Después, si continúa
esta práctica, se convierte
en máscara vitalicia.
También podemos ser nosotros,
los que vinimos a ser, libres
de máscaras y no ser rechazados,
basta con decidirlo y sobrepasar
las transiciones de liberación.
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