Me siento atada a las palabras,
no sólo porque me gusta jugar
con ellas y cantarlas, incluso
intentando separarme de ellas,
desdoblarme para observarlas
salir de mi boca y decirse independientes,
es sobre todo el hecho de que,
antes de lanzarme a la tierra, Dios
las ató a mi cordón de plata, ese
que emana de las estrellas.
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