Somos nuestra esperanza,
nuestro propio enemigo.
Hemos guardado todas
las voces en nuestro capullo,
nos confunden.
Por eso, cuando quiero que
hable el centro de mi alma,
mi esencia, Dios, retorno
a mi capullo, en el silencio
que vio nacer a todas las voces.
Sólo en ese lugar consigo discernir,
escoger las mariposas que vine
a liberar.
Sus alas de papel escriben la
esencia de mis colores
en el mundo.
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