Herida de mortal belleza,
pierdo el aliento ante
el despliegue de las cosas
más simples.
El árbol que me saluda
todas las mañanas desde
la ventana de mi casa me
hace vibrar.
Los ejercicios repetitivos
de piano despiertan mis
sentidos.
El metrónomo
guía mis tiempos y los rescata
del abismo.
Lástima que a menudo me dejo
dominar por obsesiones impuestas
que parecen eternas cuando
mi deseo más profundo es eternizar
esta magia simple de mi existencia.
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