Tengo miedo. Debo entregarme.
No puedo soltar lo que ya no fue.
No me atrevo. Lo he dejado borroso
en un rincón de mi ser para no tener
que despedirme, como rezando
porque se vaya sólo, pero no se va
y me limita. Debo dar el brinco.
¡Ya voy! Sólo necesito unos días
antes de dar ese salto para que
en el interior cierren las viejas heridas.
Renaceré en telas blancas
para pintarme libre, fuerte y segura.
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