Heme en Oaxaca. Me gusta mucho por aquí pues es muy auténtico y como artista es un gran lugar para estar y permanecer. La verdad es que vine en familia y no me la creo. Después estaré unos días en casa de mis alumnas, son oaxaqueñas. Por aquí me siento como en un San Miguel aumentado. Mi hijo cumplió 26 años y mejoró mucho nuestra relación en estos últimos tiempos. El que ya viva solo nos ayudó mucho a hacer finalmente las paces. He querido ser una ama de casa normal pero no me sale pues soy demasiado artista y escritora, cuestiones que se agudizan con los años y no al revés. Creo que lo que me queda es aceptarme y ser y existir en paz con la que soy. Y la pregunta persiste, ¿quién soy? Alcanzo a definir mis características generales, pero más allá de ellas hay mucho. Lo más padre de San Miguel es el intercambio con la gente de allá. Es gente muy bonita de la comunidad judía y de la escuela de pintura, del instituto Allende. Me siento muy conectada por allá y en Florencia donde estudio italiano. Sólo que en Florencia no estoy vinculada con la comunidad, tampoco creo que aquí en Oaxaca haya comunidad judía. Hay más pintores y artistas, eso sí, son muy famosos los pintores oaxaqueños y eso me hace sentirme en casa. La bohemia pega muy fuerte y noto que lo que necesitaré es regular mis equilibrios. Quiero verlo y descubrirlo todo en pintura y en mis letras, relatarlo. Pero sí es intenso. Y debo pulir mis extremos y aprovecharlo todo. Paso a paso.
Desde mis ruinas me equilibro y reconstruyo
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